Dotado de una impresionante capacidad para mirar el mañana como algo inmediato, y con una confianza ilimitada en las posibilidades del ser humano de convertir en realidad el más utópico sueño, Fidel apostó por desarrollar la industria biotecnológica en Cuba, cuando solo contadas naciones altamente industrializadas incursionaban en esa promisoria rama del conocimiento.
El punto inicial de aquel colosal desafío comenzó en enero de 1982, con la inauguración, por el Comandante en Jefe, del Centro de Investigaciones Biológicas, en el capitalino municipio de Playa.
La pequeña entidad disponía de apenas 30 científicos, y tuvo la misión de trabajar en la obtención y producción de Interferón, medicamento que abría nuevas perspectivas para el tratamiento de algunos tipos de cáncer y otras enfermedades.
Bajo su permanente acompañamiento, en el transcurso de esa década se crearon nuevos centros investigativos vinculados a la pujante rama. Muestra de ello son el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el 1ro. de julio de 1986; el Centro de Inmunoensayo, el 7 de septiembre de 1987; y el Centro de Neurociencias de Cuba, el 11 de mayo de 1990, surgido entonces con la categoría de unidad científico-productiva del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC).
En medio de las fuertes tensiones económicas, financieras y sociales que ya empezaban a repercutir en el país, generadas por la caída del campo socialista y la agudización de la crisis que conduciría a la posterior desaparición de la Unión Soviética, en diciembre de 1991, Fidel esbozó el medular concepto de que la supervivencia de la Revolución y el Socialismo, la preservación de la independencia, dependían, fundamentalmente, de la ciencia y la tecnología.
Fue en ese complicado escenario, marcado por el inicio del periodo especial, cuando orientó crear el Polo Científico del Oeste de La Habana, con la finalidad de impulsar al máximo la biotecnología y la industria médico-farmacéutica.
Solo un hombre con la visión de Fidel pudo avizorar el papel relevante que tendría para el futuro de Cuba potenciar esos sectores, para resolver problemas de la salud y de la alimentación de la población, y aumentar los ingresos en divisas, a través de lograr productos competitivos de alto valor agregado.
Aunque la mayoría de las fuentes consultadas citan al año 1992 como el de la fundación del Polo Científico, en una entrevista concedida al semanario Opciones, en julio de 2006, el doctor Julián Álvarez Blanco señaló que, la primera reunión se realizó el 11 de febrero de 1991.
Según refirió en sus respuestas, a partir de ese momento comenzó a gestarse, por indicación expresa del Jefe de la Revolución, una organización muy original conformada por instituciones que, aunque pertenecían administrativamente a diferentes dependencias de la Administración Central del Estado, buscaban formas de aliarse enfocadas en objetivos muy claros y concretos, encaminados a beneficiar al país utilizando los más avanzados métodos científicos del momento.
DESPEGUE CON RECURSOS PROPIOS
Al valorar en un artículo publicado en 2012, en la Revista Temas, el significado del Polo Científico del Oeste de La Habana, el doctor Agustín Lage Dávila enfatizó en que su principal resultado radicó en el tipo de organización con la cual surgió.
Por iniciativa de Fidel, las entidades insertadas desde un inicio, y las que se fueron sumando luego, adoptaron un sistema de trabajo a ciclo cerrado de investigación, desarrollo, producción y comercialización.
De esa manera, la concepción tradicional de la labor investigativa en Cuba cambió, y las instituciones involucradas asumieron la nueva responsabilidad de introducir sus resultados en la producción y en los servicios.
El revolucionario concepto implicó, también, incentivar al máximo la plena integración entre las entidades (algo muy difícil de alcanzar sin la existencia de un sistema socialista), el empleo de sistemas de gestión de la calidad de primer nivel, la adopción de un estilo de trabajo basado en la consagración y en el compromiso político con la sociedad, la audacia en las inversiones productivas y la posibilidad de realizar la gestión exportadora directa, a fin de obtener los recursos monetarios necesarios para financiar sus gastos y tributar mayores aportes a la economía nacional.
Ineludible mencionar que el despegue productivo y exportador del Polo Científico del Oeste, y el fortalecimiento de su infraestructura, tuvo lugar en los peores años del periodo especial. Todo se hizo con esfuerzo propio del Estado cubano, sin respaldo alguno de créditos foráneos.
Pese a que la crisis económica tocó fondo en 1993, el 10 de febrero de ese propio año Fidel inauguró el Centro de Biofísica Médica, en Santiago de Cuba. Allí pronunció una de sus frases más célebres sobre la importancia de la ciencia: «La ciencia y las producciones de la ciencia deben ocupar algún día el primer lugar de la economía nacional… tenemos que desarrollar las producciones de la inteligencia, y ese será nuestro lugar en el mundo, no habrá otro».
Su prédica y proverbial optimismo inculcaron en los investigadores, técnicos y profesores del sector, el afán de vencer los mayores obstáculos y no renunciar jamás a nuestro desarrollo. Eso explica cómo un país de pocos recursos, bajo los violentos impactos de la mayor crisis económica del periodo revolucionario, y asediado por el férreo bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos, no fracasara en el colosal empeño de forjar una industria biotecnológica, aún reservada para un reducido número de países en el orbe.
LEGÍTIMO CONTINUADOR
Hoy, el Polo Científico del Oeste de La Habana tiene en el Grupo Empresarial BioCubaFarma a su más digno heredero. Constituido en 2012, lo conforman en la actualidad 48 empresas, 34 en Cuba y 14 en el exterior, y posee un capital humano altamente calificado, integrado por más de 15 000 trabajadores.
En 2024 ejecutó 396 proyectos investigativos, de ellos más de cien en cooperación con diferentes entidades nacionales, mientras introdujo en el mercado nacional 26 nuevos productos.
Aparecen, entre ellos, la vacuna contra el neumococo QuimiVio-7, el ventilador pulmonar de altas prestaciones Combiovent para cuidados intensivos de pacientes adultos, y el ensayo sumasignal FQ, sistema de diagnóstico de fibrosis quística.
Muestra de la prioridad dada a la ejecución de proyectos innovadores, fue el otorgamiento, el pasado año, de 52 patentes del Grupo Empresarial en el extranjero y ocho en el país.
Junto con cubrir una parte significativa de las necesidades del Sistema Nacional de Salud, en el presente los productos de BioCubaFarma se comercializan en más de 40 países.

(Fuente: Granma)