Cuando el arrojo echó raíz, y tembló un tirano

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En la rica historia de Cuba hay innumerables fechas que marcan el heroísmo de un pueblo determinado a ser libre y soberano, al precio de cualquier sacrificio. Una es la del 13 de marzo de 1957, día en que un puñado de jóvenes del Directorio Revolucionario, liderado por José Antonio Echeverría, asaltó el Palacio Presidencial y la emisora Radio Reloj.

Eran más de las tres de la tarde de aquel día glorioso cuando, desde uno de los estudios de la citada emisora, una voz estremeció al país. Era la de José Antonio, el presidente de la feu, quien con un enérgico «¡Pueblo de Cuba!», dio a conocer al mundo la noticia del asalto a la guarida del tirano, con el propósito de ajusticiarlo, y luego convocar a la lucha.

Al unísono, y de forma sincronizada, se llevó a cabo el asalto al Palacio Presidencial. La temeraria acción, logró, en un inicio, desconcertar a la posta de Palacio y neutralizarla, lo cual facilitó llegar hasta el Salón de los Espejos; sin embargo, el dictador ya no se encontraba en su despacho, al escapar por una puerta secreta.

Recuperadas del golpe inicial, las fuerzas de la tiranía lograron reorganizarse y repeler el ataque. La situación de los revolucionarios se tornó precaria, ante la carencia de parque y la ausencia del programado grupo de apoyo, que nunca apareció.

En la acción perecieron 24 asaltantes, mientras otros dos resultaron ultimados en los días posteriores, y 26 pudieron escapar, muchos de ellos heridos. Luego, serían asesinados, en la calle Humboldt No. 7, Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado y Joe Westbrook.

Al frente de aquella hornada de valientes estuvo el líder estudiantil cardenense, que con solo 24 años, derrochó bravura. Sin miedo al peligro, cayó en desigual combate junto a los muros de la Universidad, cuando regresaba de dirigir el asalto a la emisora Radio Reloj.

En su testamento político, Echeverría había escrito proféticas ideas propias de su estirpe: «Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros, y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco, pero tampoco lo rehúyo. Trato, sencillamente, de cumplir con mi deber… Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo».

José Antonio y los jóvenes que lo secundaron en la acción del 13 de marzo, abonaron con su sangre la senda de la victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.

Su ejemplo guía hoy a la juventud cubana, que todavía tiene retos que vencer para lograr la Patria próspera y digna que ellos soñaron.

(Con información de Granma)

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