Desbordado en millones, el mundo despidió a Maradona

Maradona no le falló a nuestra América irredenta. Y con el mismo amor, rebeldía y admiración que irradió el astro, desfilaron millares de latinoamericanos ante su féretro, cubierto por la bandera de Argentina.

Largas filas de seguidores –de unas 20 cuadras de longitud– fluyeron a raudales desde distintas avenidas hasta apretarse en un haz a la entrada de la Casa Rosada, sede del gobierno, para rendirle homenaje en su adiós a ese hombre que millones en el mundo mantendrán vivo en la memoria sin fronteras, especialmente en Cuba, con la que caminó, siempre fiel, de la mano de Fidel.

Desde las 6:00 a.m. de este jueves, inició el desfile del torrente irrefrenable, apurando el paso, pues el velatorio público, que concluiría a las 4:00 p.m., se extendió hasta las 7:00 p.m., hora de Argentina. No fue precisa una convocatoria para que el pueblo acudiera a la cita, entre ellos el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández.

Después de la ceremonia de los familiares y de amigos íntimos, se abrió el paso a una multitud que, en su espera, también llenó la histórica Plaza de Mayo, la misma plaza de las heroicas batallas de las Madres, cuyos hijos desaparecieron en época de la dictadura.

Para muchos, resultó corto el tiempo permitido, porque todos consideraron suyo el derecho de despedir al «Pelusa». Faltando poco tiempo para la conclusión del plazo, miles se agolpaban, y quedaron a la espera para ingresar en el recinto. Algunos, al no acceder a la Casa Rosada, siguieron al cortejo fúnebre en sus primeros momentos por la ciudad, camino hacia el cementerio Jardín Bella Vista, donde reposan los restos de su madre Dalma Salvadora Franco, «Doña Tota», y de su padre, Diego Maradona.

Frases de ¡Gracias, Diego!, pancartas, rosas, flores, llantos, cartas, camisetas de la selección nacional dedicadas al futbolista, cada uno, a su manera, le rindió homenaje en un mar de emociones desbordadas.

El mundo, representado por millones, desconoció límites territoriales para abrazar a un hombre que no olvidó su origen humilde, apegado siempre a la defensa de los desposeídos.

 

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