Fake news contra los mambises
Ofrecer una imagen de los revolucionarios cubanos que no corresponde con la realidad ha sido práctica de quienes gobiernan en EE.UU. implementada desde el siglo XIX, cuando tras finalizar la guerra de 1895-98 adujeron que el Ejército Libertador no podía entrar en Santiago de Cuba porque se temía que atacaran a los españoles.
En la actualidad, ya con tecnología de avanzada para echar a correr rumores falsos, vuelven a usar métodos similares mediante las fakes news o noticias falsas, con la pretensión de ofrecer una realidad falseada ante el mundo de que en Cuba reina un caos total.
Vale remontarnos al verano de 1898, cuando se inició la etapa decisiva de la guerra hispano-cubano-americana con el desembarco de los militares estadounidenses en las playas de Daiquirí y Siboney, en Santiago de Cuba, entre los que se encontraba el teniente coronel Teodoro Roossevelt, más diestro en matar indios en el oeste que en dirigir operaciones militares, aunque fue muy exitoso en denigrar a las tropas cubanas.
La improvisación y la falta de experiencia del mando del vecino del Norte no causó el fracaso total del desembarco por el apoyo del Ejército Libertador al mando del General Calixto García, que previamente ocupó las zonas de la costa e impidió que los peninsulares pudieran enviar su artillería y batallones armados para diezmar a los expedicionarios que arribaron a las orillas sin orden ni concierto.
El general William Shafter, jefe de las tropas invasoras, tuvo que admitir la derrota en combates contra las fortificaciones españolas en Santiago de Cuba que sumaron alrededor de mil 650 bajas, con 200 muertos, y envió un cable a Washington informando su decisión de retirarse a la costa, a pesar de los más de 10 mil soldados que duplicaban las fuerzas del enemigo.
Los cubanos tuvieron más de 100 bajas fatales, quizás la mayor que sufrieron en un solo combate durante toda la guerra y en proporción a sus fuerzas involucradas, mucho menos que las norteamericanas.
La desmoralización también fue compartida por Roossevelt, quien el 3 de julio escribió a un amigo senador para que implorara al presidente y le pidiera (…) » por amor del cielo, nos envíe cada regimiento y, sobre todo, cada batería que sea posible. Hasta ahora hemos ganado con un alto coste, pero los españoles luchan muy duramente y estamos muy cerca de un terrible desastre militar; debemos recibir ayuda, miles de hombres, baterías y comida y munición.»
El desaliento en el mando estadounidense hizo que algunos de sus generales visitaran a Calixto García y le pidieran su valoración sobre el curso de la guerra e, inclusive, le propusieron que aceptara sustituir al general Shafter mientras este se encontrara enfermo e incapacitado para dirigir, lo que el jefe mambí declinó, no obstante el plan de batalla adoptado en lo adelante fue el propuesto por él. Probablemente ese fue el único caso en que en una guerra, generales estadounidenses proponen la dirección de sus fuerzas a un militar extranjero ante una crisis de mando.
La destrucción de la flota hispana del Almirante Cervera, ocurrida el 3 de julio al salir a presentar combate desventajoso en cantidad y calidad de las naves contra los barcos norteamericanos, aceleró la derrota de España en la contienda.
Sin embargo, el General Shafter impidió al General Calixto García y a sus fuerzas entrar en la ciudad y asistir a la rendición del mando ibérico, bajo la falsa presunción de que tomarían represalias contra los hispanos.
Calixto García, en una histórica carta al jefe estadounidense, dejó muy en alto la dignidad y el patriotismo de los cubanos ante esa afrenta cuando escribió: (…) no somos un pueblo salvaje, que desconoce los principios de la guerra civilizada; formamos un ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el ejército de sus antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados Unidos de América; pero a semejanza de los héroes de Saratoga y Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía”…
Tampoco Theodore Roosevelt escondió su desprecio y racismo por el pueblo cubano y le escribió a un amigo en EE.UU. : «Los soldados cubanos eran casi todos negros y mulatos y estaban vestidos con harapos y armados con toda clase de fusiles antiguos (…) Ellos no desempeñaban literalmente ningún papel, mientras que se volvían una fuente de problemas e impedimentos, y
consumían muchas provisiones».
Por supuesto, esas opiniones no quedaron solamente en la correspondencia del jefe imperialista y fueron muy divulgadas por él mismo y los medios de la época.
Esa guerra fue el lanzamiento de la carrera política de Roosevelt, quien llegaría a la Casa Blanca con la imagen del cowboy valiente y duro de los combates de Santiago de Cuba. Muy poco o nada se habló de aquella ocasión en el que el terror le hizo clamar por ayuda desesperada, apuro del que solo pudo salir junto con sus tropas por la ayuda de los mambises.
La intervención de los Estados Unidos en Cuba fue la primera guerra cubierta por corresponsales que utilizaron las cámaras de cine y que, junto con la prensa escrita auxiliada por el telégrafo y el cable submarino, reportaron al mundo hasta el cansancio, la matriz mentirosa de que los vencedores fueron solamente el ejército y la marina estadounidenses, y silenciaron el papel del Ejército Libertador cubano, a la vez que trataron de presentarlo como hordas salvajes.
Hoy se utilizan pródigamente los adelantos de las tecnologías de la información y las comunicaciones, y mediante las redes sociales hay quienes atacan a la Isla bajo la misma vana estrategia imperialista –a la que solo espera la derrota– de restaurar el sistema neocolonial.