Girón y el camino hacia la gloria

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La actual carretera que enlaza la Autopista Nacional con Playa Girón debe recorrerse a poca velocidad. Es una sugerencia a quien desee aventurarse por este sendero de belleza natural indescriptible, que conduce a su destino directamente a través de la historia.

Llegar más rápido a la pequeña playa, situada en el extremo oriental  de Bahía de Cochinos, al sur de la región central de Cuba, es hoy mucho menos importante que desandar el tiempo y adentrarse en la leyenda de estos parajes únicos al sur de la región central de Cuba.

De pronto, la vía se convierte en un estrecho terraplén y, a ambos lados, como misterio inaccesible, se extiende la Ciénaga de Zapata, con su rumor de pantanos, mosquitos y cocodrilos agazapados. El sol tardará aún en salir, pero un ruido como de truenos allá en la lejanía, y extraños relámpagos en el cielo, atravesarán de pronto esta apacible madrugada… del 17 de abril de 1961.

Los olores de la guerra lo impregnan todo. La tierra, la pólvora y la sangre se mezclan con el estupor de esta primavera atacada a traición. Los rugidos de los cañones, de los obuses, de los tanques y de las explosiones del fuego enemigo, se confunden con el tableteo de las metralletas de los milicianos, el quejido de los heridos, y el silencio de los muertos. Los aviones pasan rasantes sobre la única vía de acceso rápido hacia Playa Larga y Playa Girón, llevan en sus alas las insignias de las FAR. ¡Son los nuestros! Los milicianos elevan sus brazos en señal de victoria, pero los buitres del odio hacen un giro inesperado y disparan. Lanzan bombas de napalm, y los proyectiles de sus cañones hacen surcos sobre el estrecho terraplén y en la piel de sus defensores. 

Arden los ómnibus, los camiones y los cuerpos. Los sobrevivientes se aferran al suelo y disparan, pero las naves agresoras ya salieron mar afuera. Sobrevuelan despavoridas la Bahía de Cochinos, donde apenas esta madrugada ha comenzado el desembarco.

Los jefes y comisarios políticos no dejan que decaiga el ánimo: ¡Arriba muchachos, Fidel ya viene en camino, Patria o Muerte y pa´lante!

Casi sin comer, a la orilla de la carretera y aún con el asombro en sus pupilas, los jóvenes y viejos milicianos apenas hablan. Un rato después, evacuados los heridos, salen como sonámbulos a desandar, metro a metro, el durísimo camino de la gloria, sí, el de la Patria o el de la muerte.

Aún quedarán largas horas de combate y heroísmo, hasta completar las menos de 70, que serán suficientes para derrotar los planes de la CIA y el Pentágono, un intento absurdo por destruir con la fuerza de las armas –y con carne de traición– el deseo mayoritario de los cubanos, de tener finalmente un país libre y soberano.

Aún Nemesia, a sus 13 años, verá cómo el avión también ametralla a su familia, y las balas hieren de muerte a su mamá y a sus queridos zapaticos blancos, aquellos que el Indio Naborí convertirá en poema épico de urgencia y resurrección.

Aún los niños héroes de las «cuatro bocas» derribarán la nave mercenaria, y el piloto Carreras arremeterá con ráfagas de fuego intrépido contra los buques de desembarco, y cortará de raíz el vuelo de un B-26, que sembró muerte y desconcierto.

Y Fidel, desde el Central Australia, teléfono en mano, dirigirá minuto a minuto a sus comandantes rebeldes y a sus capitanes de combate: el Che en Pinar del Río, Raúl en el oriente, y el «Gallego» Fernández en el avance hacia el sur:

Curbelo, vamos a tumbar aviones, pero hoy hundan los barcos… Que despeguen los chorros… Tumben ese B-26 que está jodiendo, protejan la carretera entre el Australia y Playa Larga… Raúl, no te puedo precisar ahora, pero muy alertas ahí, mucho tanque y mucha antiaérea… Universo, el Che tiene seis baterías de cañones sin personal… Osmany, cuatro batallones, dos ligeros y dos pesados, sí, porque vamos a tomarlo todo… Aragonés, gordo: a las seis de la mañana está limpio todo eso, nosotros vamos a meterle de noche y con todo… ¿Almeida? avanzar algunas fuerzas por Jovellanos, para que combatan en la costa… Del Valle: ordena a Pedrito Miret que movilice por lo menos 12 cañones de los estudiantes universitarios… Fernández, ¿tú ya estás en Pálpite? ¿Seguro? –Seguro Comandante– ¡Ya ganamos!, le respondió Fidel.

El 19 de abril, el Jefe de la Revolución llegaba en un tanque T-34 hasta las arenas de Playa Girón. En la gran ensenada humeaban aún los buques y las barcazas mercenarias.

Por ella nadarían, desesperados, entre los manglares y la tierra firme, para entregarse a los milicianos con las manos levantadas y miedo entre las patas, los «valientes invasores» de la Brigada 2506, que habían recibido a su salida desde Nicaragua el encargo del dictador Somoza de llevarle unos pelos de la barba de Fidel.

Pero la historia la escriben los vencedores. Amanece sobre la carretera que hoy –perfectamente asfaltada– llega hasta el Museo y el centro turístico de Playa Girón. Es una vía de belleza extraordinaria; a cada lado, en el tramo entre el Central Australia y Playa Larga, se alzan, con humildad de lo verdaderamente simbólico, pequeños obeliscos. Es el homenaje de la Patria a los valientes combatientes, quienes en 1961 sellaron con sus vidas el camino hacia la gloria.

(Con información de Granma)

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