Las palabras campanilla y un deber de los revolucionarios en tiempos de internet
En las clases de Biología, no recuerdo bien si en la secundaria básica o el preuniversitario, enseñaban los reflejos condicionados a partir del trabajo del científico ruso y Premio Nobel de Medicina, Iván Pávlov. Creo que es bastante conocido su experimento: Hacía sonar un metrónomo antes de alimentar a un perro, y observó que, al escuchar el mismo sonido, cuando el can llevaba rato sin alimentarse, este comenzaba a salivar. Después quedó en la leyenda que Pávlov utilizaba una campanilla y no un metrónomo, pero el principio es el mismo: la asociación inducida entre determinados estímulos y las respuestas emitidas. En base a eso se aplicó la Sicología conductista en la educación, la publicidad y muchas otras áreas en Estados Unidos.
En su célebre entrevista con Ignacio Ramonet, Fidel se refiere al uso de esta técnica en la propaganda anticomunista: «Y no es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar, porque en tu mente predominen los reflejos: el socialismo es malo, el socialismo es malo, te quita la patria potestad, te quita la casa, te quita la mujer». Y todos los ignorantes, todos los analfabetos, todos los pobres, todos los explotados repitiendo: «El socialismo es malo, el socialismo es malo. Así se enseña a hablar a los loros, a bailar a los osos e inclinarse respetuosos a los leones».
Noam Chomsky incluye el efecto de la propaganda anticomunista entre los cinco filtros que deciden los contenidos de los medios de comunicación. Tanto él como Fidel se referían a la situación existente antes de la llegada de las redes sociales de internet que, aunque ciertamente ha democratizado el acceso a la comunicación, también ha fortalecido las hegemonías preeexistentes.
En un escenario en el que los procesos transcurren a gran velocidad, lo emotivo suele prevalecer sobre lo racional, y la llamada egomación -la promoción y el predominio del yo junto a información vinculada a lo pertinente o relevante a ese yo- se impone sobre el interés en dialogar, profundizar y conocer a los demás. Sin tomar en cuenta el uso interesado políticamente de las redes sociales de internet, en lugares como Facebook se ha consolidado un modelo de negocios basado en lucrar con la egomación y vender la influencia sobre individuos y grupos. En el caso de Cuba, a ese escenario universal se suma la articulación con un presupuesto anual de medio centenar de millones de dólares aportados por el Gobierno estadounidense para influir en la sociedad de la Isla.
A la propaganda anticomunista, histórica y universalmente asentada por el discurso dominante y el uso manipulado de términos como «democracia», «derechos humanos» y «libertad», se suma la construcción de determinadas expresiones sobre la realidad cubana que, desde el imaginario construido sobre Cuba en esa arcadia de la tolerancia que es Miami, se trasladan a internet como sentido común sobre la Isla. Se aprovechan situaciones ocurridas hace más de cuatro décadas, no siempre analizadas a profundidad entre nosotros –UMAP, «quinquenio gris», actos de repudio a quienes emigraron por el Mariel…–, se extraen de contexto y se presentan como características permanentes, sistémicas y actuales del socialismo cubano, a la vez que se silencia todo lo que hace cotidianamente el capitalismo que nos rodea en términos de represión, censura, violencia, torturas y exclusiones contra mayorías y minorías.
Basta que alguien utilice, sin demostración alguna, las palabras censura y represión, o la expresión «acto de repudio», para que no resulte necesario aportar datos y argumentos, o analizar los sucesos a que se refiere: de inmediato se desata una serie de publicaciones en que tres oraciones indignadas escritas por alguien en su perfil de Facebook le dan la vuelta al mundo. Y cuando aparecen argumentos y datos que desmienten esa lectura precipitada pasan dos cosas: como quien asegura que la tierra es plana, el indignado sigue aferrado a su «verdad» y la maquinaria que se hizo eco de su indignación la
emprende contra quienes aportaron una visión más analítica. Así funciona la libertad de expresión sobre Cuba en internet.
En apenas unos meses hemos visto utilizar ese procedimiento para justificar el derramarramiento de sangre de cerdo sobre los bustos de José Martí, el ultraje de diversos modos a la bandera cubana, el intento de resignificar fechas históricas como el 27 de noviembre, borrar la consigna Patria o Muerte o cambiar el nombre de la Plaza de la Revolución en Google maps. Pero si usted dice que contra Cuba hay una guerra cultural desde las redes sociales de internet, entonces usted es –para esa maquinaria que moviliza los reflejos, condicionados por la propaganda, de miles de personas en Facebook– un extremista, un estalinista tropical que no tolera el «pensamiento diferente», porque, claro, se trata de «pensamiento» y no de propaganda. Y no se sorprenda si con tristeza encuentra entre los suscriptores de esas afirmaciones a personas que usted consideraba con capacidad crítica, inteligentes e informadas. La capacidad de pensar ha sido sustituida por la reacción emotiva y cualquier cosa puede suceder. Han sonado las palabras campanilla y esa tarea intelectual de establecer la verdad ya no es importante, en la era de la egomación lo relevante es lograr likes, aunque muchos de ellos sean de trolls y perfiles falsos, su ego estará hinchado y su cerebro feliz de no tener que esforzarse.
De nuestro lado, además de la más abarcadora y profunda educación para formar a un ciudadano crítico, no manipulable por los gestores de esta guerra híbrida, es importante comprender que el escenario ha cambiado radicalmente; que el curso interminable de provocaciones que buscan crear una situación de ingobernabilidad, aprovechando la superioridad tecnológica y mediática que el imperialismo pone a disposición de su puñado de servidores en Cuba –aspirando incluso a desatar violencia y muertes–, no puede contar con otra respuesta que no sea inteligencia, sentido político y capacidad de análisis para evitar caer en las emboscadas que se multiplican y, sin perder la firmeza en los principios, estar preparados en todos los lugares del país para prever el curso de cada posible acción, documentar y difundir la verdadera versión y causa de los hechos, y poder sustentar siempre que la ética y la razón, como el pueblo, están del lado de la Revolución. Actuemos así en este «ajedrez de mil piezas», como Fidel solía llamar a la lucha ideológica, que ahora se traslada, en parte, a internet, y el pueblo cubano volverá a vencer.