Vicepresidente cubano visita Memorial del Genocidio de Kigali, en Ruanda
Aurore tenía dos años en 1994 y fue enterrada viva en la cripta de una iglesia. Su enorme fotografía, que muestra a una nena llena de alegría e inocencia, es una de las que más duele en el Memorial del Genocidio de Kigali, donde se cuenta un triste pasaje de la historia de esta nación africana.
A rendir honores, en nombre del pueblo y el Gobierno de Cuba a las víctimas de uno de los más grandes genocidios étnico conocido, llegó allí en la mañana de este lunes el miembro del Buró Político y vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, en la primera actividad oficial como parte de su visita a Ruanda.
Se estima que más de un millón de personas perdieron la vida en apenas 100 días durante esa barbarie, que llenó de dolor y cadáveres los más increíbles rincones de esta tierra, ubicada en el corazón de África.
Kwibuka: “para no olvidar”. Es esa la traducción exacta de la palabra que se repite en las paredes del lugar donde reposan los restos de unas 250 mil víctimas de aquellos hechos tremendos que estremecieron a este pueblo. Ante ellos, el tributo del vicepresidente cubano, el minuto de silencio, la ofrenda de rosas blancas…
Acompañado por el ministro de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional ruandés, Vincent Biruta, Valdés Mesa recorrió las salas del emblemático lugar, uno de los tantos que existen en el país de las mil colinas, para que nunca se olvide cuánta crueldad puede reinar cuando se pierde la identidad de un pueblo.
Cientos de años de ideas, cultura, tradiciones religiosas e identidad comunes que distinguían a los principales grupos étnicos de Ruanda, los tutsi y los hutu, empezaron a fragmentarse cuando inició en este país la colonización belga. Ruanda comenzó a perder su identidad y se fomentaron cada vez más diferencias entre ambas razas, sentándose así las bases del genocidio tutsi que años después se llevaría a cabo.
El asesinato del presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, cuyo avión fue derribado en 1994, fue la punta de lanza empleada entonces para dar pie al genocidio y la limpieza étnica que perpetraron los hutu contra los tutsi. Las diferentes salas del Memorial hacen un triste recorrido que lleva hasta ahí y muestra imágenes terribles de una nación que en pocos días se llenó de oscuridad y de miedo.
Muy pocos lugares del país escaparon a la matanza. Allí donde no llegó la muerte fue porque muchos arriesgaron sus vidas para salvar la de otros, como recordatorio de quienes sí confiaban en que Ruanda era un solo pueblo. Ellos inspiraron también la reconciliación que aquí hoy se construye: posterior al genocidio los sobrevivientes están dispuestos a perdonar y los más jóvenes de ambas etnias buscan rescatar la esperanza y la armonía.
“Construir un mejor país será el mayor tributo a los que han muerto”, valoró el Vicepresidente de la República de Cuba al concluir el recorrido.
En el libro de visitantes plasmó como legado para las futuras generaciones: “El Memorial en Kigali sobre el genocidio deber ser un lugar de reflexión, sanación y reconciliación, no solo para el pueblo ruandés, sino para todos los seres humanos”.
En esa reconciliación habita también la grandeza de esta tierra, que luego de tanta crueldad supo encontrar fuerzas para reconstruir la unidad y volver a rescatar la identidad que los forjó como pueblo.
(Con información de Cubadebate)